domingo, 19 de octubre de 2014

Titus y la lucha contra el CO2

Hace ya cinco años que murió Titus, el rey de los gorilas de montaña y, posiblemente, el animal en libertad más famoso de todos los tiempos.


En realidad, cuando murió ya no era el rey porque hacía tiempo que había sido depuesto por su hijo Kuryama, pero todavía seguía manteniendo el aura de superioridad propia de quien se ha pasado toda la vida dominando al grupo.

Titus fue sin duda el gorila de espalda plateada más estudiado y fotografiado de la historia. Nacido el 24 de agosto de 1974, su vida estuvo íntimamente ligada a la de la célebre primatóloga Dian Fossey, quien en 1970 empezó a estudiar el grupo del que fuera el padre de Titus, el espalda plateada conocido como Tío Bert.

Cuando tan sólo tenía 4 años, Titus se hizo famoso al subirse inesperadamente a la espalda del popular naturalista británico David Attenborough, durante el rodaje de un documental. Seis años después, cuando Titus ya tenía la edad de 10 años, Dian Fossey moría asesinada a manos de los cazadores furtivos y pocos eran los que, por aquel entonces apostaban por la supervivencia de Titus y su grupo. Pero por fortuna los augurios estaban equivocados y Titus murió de viejo a los 35 años, una longevidad muy respetable para un gorila.

La muerte de Titus, a edad avanzada, en las Montañas Virunga, fue una gran noticia de la que aún hoy se habla y que, gracias a su fama, avivó el papel de los animales salvajes en el entorno de los auténticos sumideros naturales de CO2 del planeta, los bosques.

Las zonas boscosas absorben cada año unos 4.800 millones de toneladas de las emisiones de carbono. Si las selvas desapareciesen disminuiría la absorción de CO2 y el cambio climático se acentuaría… ¿Pero cuál es el papel de los animales salvajes y de los gorilas en particular? En contra de lo que, de forma más o menos frívola, se pudiera pensar, la flora y la fauna se encuentran integradas en ecosistemas indisociables, es decir, la cubierta vegetal no puede sobrevivir sin sus moradores nativos y viceversa. Por tanto la protección de la fauna salvaje proporciona una herramienta sencilla y eficaz para combatir las emisiones de CO2.

En el caso particular de los gorilas estos se alimentan de frutos y plantas que, al ser digeridos y depositados de nuevo en el suelo, ayudan a las semillas a germinar. Hasta tal punto esta labor es importante, que muchas especies de árboles y plantas no sobrevivirían sin la colaboración de gorilas, elefantes y la de otros grandes mamíferos.

A estas alturas de desarrollo los científicos ya saben que sin fauna salvaje, los bosques de la Tierra están condenados a una larga agonía hasta su desaparición. Ya no basta con reforestar amplias extensiones de terreno, ahora se debe, además, permitir la recuperación de la fauna de los diferentes ecosistemas y de evitar, a toda costa, la desaparición de especies. Todos los inquilinos del planeta Tierra somos necesarios para que todos podamos sobrevivir.

Puede que el símbolo de esta nueva forma de pensar acaben siendo los gorilas que un día Dian Fossey encontró en la niebla y que, con su esfuerzo y talento, contribuyó decisivamente a que hoy día sean una especie férreamente protegida y que, de cuando en cuando, sigamos recibiendo la feliz noticia de que los gorilas continúan muriendo de viejos y no cazados a tiros por los furtivos… Un magnífico mensaje para la esperanza.  


Ángel Alonso

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