lunes, 13 de mayo de 2013

El viaje de nuestra vida


Viajar siempre ha sido un aspecto fundamental en la riqueza del ser humano.



Desde sus orígenes, en la “noche de los tiempos”, el hombre es nómada por naturaleza… Un instinto migratorio le impulsa a cubrir largas distancias obligándole a establecer el contacto con otras gentes y propiciando el conocimiento de otros lugares y culturas.

En toda su historia, el viajar ha sido la base de la comunicación y del contacto entre los pueblos y las personas... Lo que equivale a la base de la cultura y del saber...

Es en condiciones sedentarias, cuando el hombre se encuentra atrapado y halla desahogo en la violencia, la avaricia, la competitividad, la búsqueda del prestigio o la manía de lo nuevo.

Quizás esto explicaría el por qué las sociedades nómadas, como los hombres de las estepas, los esquimales del ártico, los indios de las praderas, los habitantes de la selva, los moradores del desierto o los mismísimos gitanos, forman sociedades igualitarias, libres del sentido de la posesión y refractarias a los cambios... Y quizás esto también argumente el por qué casi todas o, cuando menos, las principales religiones de la Humanidad, entre sus enseñanzas proponen y premian el peregrinaje.

Viajar, aunque puede perjudicar nuestro bolsillo, es bueno para el alma. Por eso, a pesar de que la coyuntura actual pueda en principio desanimarnos, no debemos permitir que nos venza y nos haga renunciar a ese importante alimento para el espíritu que, tal vez, podría acabar convirtiéndose en “el viaje de nuestra vida”... 
                                                                                                 Ángel Alonso

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